Ahora que se ha abierto la veda, son muchos los emprendedores que han puesto en marcha proyectos de todo tipo para abrirse un hueco en el suculento mercado de la marihuana. Desde los clásicos productos medicinales hasta la chica que ha creado una academia de pintura donde los alumnos pueden fumar mientras explotan su vena más artística.
Nuestros mayores nos suelen decir que del amor al odio – y viceversa – hay solamente un paso. Historias como estas vienen a corroborar este acertado dicho. Tras la legalización del consumo recreativo en Colorado y Washington y con unos vientos de cambio que parecen soplar incluso dentro de la Casa Blanca, son muchos los que están tomando posiciones para no quedarse fuera del negocio.
Decenas o cientos de avispados empresarios han decidido apostar por el cannabis y sobre todo por la innovación. Y es que, más allá de las enormes posibilidades que plantea, hay inversores dispuestos a respaldar económicamente estas iniciativas.
Las circunstancias han cambiado mucho. Incluso aquellos que votaron en contra de su despenalización, aquellos que jamás han dado una calada a un canuto, han terminado abriendo los ojos. Es el caso de Jim Willett. Este exmarine de 62 años no solo había desechado el cannabis, sino que además había dedicado varios años de su vida profesional a sobrevolar la costa de Washington dando caza a los narcotraficantes que trataban de introducir su mercancía en territorio estadounidense.
Ahora su situación es bien distinta. Por azares de la vida, un día se topó con The ArcView Group, un grupo de inversión con base en San Francisco que se dedica a financiar nuevas ideas relacionadas con la marihuana. Desde entonces ha invertido más de un millón de dólares en este negocio legal en los estados de Washington y Colorado. “Estoy en esto por dinero”, asegura Willet, que no ha dejado pasar la ocasión. «Esta es la mayor oportunidad de negocio desde la caída del Muro de Berlín y la apertura del libre mercado en Europa», corrobora Steve DeAngelo, presidente de ArcView y activista a favor de la marihuana.
El dinero no lo es todo
No todos están aquí para llenarse los bolsillos. Al margen del oportunismo de empresarios como Jim Willett, hay quien simplemente quiere compartir con otra gente todo lo bueno que la marihuana le ha otorgado.
Es el caso de Robi Hawley, que a sus 49 años está a punto de graduarse en la escuela de medicina y planea abrir un laboratorio de pruebas de cannabis. Ella conoció de primera mano los beneficios de esta planta cuando a su marido le diagnosticaron una enfermedad crónica. Entonces, cuando los medicamentos convencionales no surtían efecto, se decidieron a probar la marihuana medicinal, que le permitió aliviar el dolor y rehacer su vida.
Una situación similar fue la que vivió Cale Burkhart. En 2009, con 35 años, comenzó a utilizar los extractos de cannabis para aliviar las migrañas, el insomnio y el dolor de cuello que por aquel entonces padecía. Un año más tarde creó Vita Verde, una variedad de cremas de uso tópico elaboradas a partir del cannabis que al poco tiempo se comercializaba en 45 dispensarios de la región.
Con el paso de los meses y la despenalización, sumó a su línea de productos desde tintes hasta comestibles. Y, pese a que sus ingresos se han multiplicado en los últimos meses, asegura que hace todo esto para que todo el mundo se pueda beneficiar de los efectos positivos de la marihuana. “Me encanta ser parte del crecimiento de todo este asunto. Es muy emocionante formar parte de la historia”, reconoce.
La creatividad al poder
En medio de esta fiebre del oro, hay quien ha sabido mantener la mente fría y ha optado por ir a lo sencillo para sacar partido a sus conocimientos. Uno de ellos ha sido el empresario Jeremy Bufford que, a sus 33 años, ha puesto en marcha Marijuana Medical Tampa, de la cual ha nacido el “Cannabis College”, una suerte de instituto donde los alumnos aprenden a cultivar cannabis.
Pero no es solo eso. Tal y como comenta Bufford, el camino hacia el éxito “es mucho más complejo que poner una semilla en la tierra”. Por eso, además de recibir consejos para cuidar sus plantas, los alumnos analizan los vaivenes del mercado de la marihuana, aprenden los fundamentos del trato con el cliente y ahondan en las cuestiones legales que atañen a su negocio.
Aunque no se trata de la primera academia dedicada a este sector, pues desde 2007 la Universidad de Oaksterdam imparte clases de esta materia, sí que es un ejemplo de cómo sacar partido a las nuevas reglas del juego.
Es indudable que, con astucia, podemos sacar mucho partido a esas actividades cotidianas que practicamos para divertirnos y relajarnos. Sino que se lo digan a Heidi Keyes, propietaria de la escuela de arte Puff, Pass & Paint, que ha creado un nuevo concepto de clases de pintura en las que los alumnos pueden fumar y paladear deliciosos alimentos hechos con marihuana al tiempo que aprenden a dibujar.
Para sorpresa de su creadora, han sido muchos los que se han sumado a esta iniciativa. Pese a que esta artista aún no vende el cannabis que se consume en su pequeño estudio con espacio para apenas seis alumnos, en poco tiempo ha cubierto el cupo de estudiantes dispuestos a pagar 40 dólares (29 euros) por cada clase de dos horas.
Hay quien, ni corto ni perezoso, ha querido probar suerte poniendo en contacto dos mercados en plena ebullición. Para facilitar la búsqueda del dispensario más cercano donde encontrar un determinado producto, Justin Hatfield y algunos colegas crearon en 2008 la web WeedMaps.com. Por aquel entonces, ninguno de ellos podía siquiera imaginar el escenario que se encontraría algunos años después. Acertaron de pleno. Con una media de 50.000 usuarios únicos al día en 2013, este joven empresario, que ya por entonces capitaneaba una empresa de SEO, tuvo que dejarlo todo para dedicarse a tiempo completo a este negocio.
El propio Hatfield reconoce que, desde mucho tiempo atrás, ha estado “especialmente interesado en poner fin a la guerra contra las drogas”. Además, no tiene duda de lo que sucederá en los años venideros. “Veo la legalización federal en el horizonte dentro de los próximos diez a doce años”. Si este tipo lo dice, con el buen olfato que ya demostró tener para los negocios, ¿por qué no vamos a confiar en que así sea?
Fuente: dinafem.org