Cuando se consumen bebidas con alcohol solemos notar una sensación de calor en el cuerpo, aunque en realidad no aumentemos nuestra temperatura.
El fin de semana es sinónimo de descanso, diversión y actividades de ocio. Para muchas personas, la llegada del viernes, sábado y domingo supone un buen momento para relajarse con familiares y amigos en fiestas o eventos sociales que traen consigo, en la mayoría de las ocasiones, el consumo de alcohol.
Cuando se toman este tipo de bebidas, a menudo notamos una cierta sensación de calor, lo que hace que una gran parte de la gente crea —erróneamente— que el alcohol ayuda a mantener o aumentar la temperatura corporal, cuando en realidad sucede todo lo contrario.
Cuando se toman este tipo de bebidas, a menudo notamos una cierta sensación de calor, lo que hace que una gran parte de la gente crea —erróneamente— que el alcohol ayuda a mantener o aumentar la temperatura corporal, cuando en realidad sucede todo lo contrario.
Cómo afecta el alcohol a la sensación de calor o frío
La sensación subjetiva de calor o frío depende de las terminaciones nerviosas sensibles a la temperatura que se encuentran en la piel. Dichas terminaciones son las que estiman la temperatura cutánea y, por lo tanto, son las responsables de que tengamos una sensación de frío o calor, según recuerda Ángel Luis García Villalón, catedrático de Fisiología en la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. El alcohol es una sustancia que produce vasodilatación, es decir, provoca que los vasos sanguíneos aumenten su diámetro interno para permitir que fluya más sangre, un fenómeno contrario a la vasoconstricción, que causa justamente lo contrario (la reducción del tamaño de las arterias, las venas y los capilares). El consumo de alcohol, por tanto, hace que las arterias cutáneas se dilaten y que llegue más sangre a la piel, apunta García Villalón. Como consecuencia, la piel se calienta al recibir más flujo sanguíneo, estimulando a su vez las terminaciones sensibles al calor.Los efectos perjudiciales del alcohol en la salud
A pesar de que el alcohol está presente en nuestra vida diaria y, especialmente, en numerosos eventos sociales, la evidencia científica actual demuestra lo dañina que resulta esta sustancia para nuestro organismo. No solo porque engañe a nuestro sistema termorregulador, sino porque beber —ya sea demasiado en una sola ocasión o de forma frecuente— tiene consecuencias perjudiciales para el cuerpo. El consumo de alcohol se relaciona con más de 200 enfermedadesLos Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por sus siglas en inglés) de Estados Unidos han evaluado cuáles son sus efectos negativos. El alcohol, por ejemplo, afecta a las rutas de comunicación que emplea nuestro cerebro, causando como resultado un daño en la coordinación motora, el comportamiento o en el estado de ánimo. Esta sustancia psicoactiva también se caracteriza por provocar problemas en el hígado, el corazón, el sistema inmunológico o el páncreas.
Según la Organización Mundial de la Salud, cada año se producen más de 3,3 millones de muertes al año directamente relacionadas con el consumo de alcohol, lo que representa un 5,9% del total de fallecimientos anuales. Tomar bebidas alcohólicas, de hecho, se asocia con una amplia gama de más de 200 enfermedades. Hechos no siempre conocidos, a tenor de la alta prevalencia del alcohol en la sociedad.
Entre otras patologías, los expertos destacan trastornos mentales y de comportamiento, cirrosis hepática, algunos tipos de cáncer y enfermedades cardiovasculares, un impacto que depende de dos factores diferenciados pero relacionados, el volumen total consumido y el patrón que se siga a la hora de beber. Además de estas patologías, es evidente que el alcohol también está detrás de muchos accidentes de tráfico o incidentes violentos, por lo que los expertos recomiendan no ingerir este tipo de bebidas.