Hay un debate que lleva reproduciéndose en mi -corta- vida desde que tengo unos doce años. Todo comenzó en aquella época en la que se empieza a ir a fiestas, a ver a las chicas más como posibles ligues que como un amor infantil y a investigar el terreno de lo sexual. Es curioso encontrar un debate polémico tan vivo en una sociedad que no se interesa demasiado por asuntos políticos profundos.
Se trata, por supuesto, de la mítica pregunta:
«¿por qué cuando una tía se enrolla con muchos tíos es una puta pero cuando un tío se enrolla con muchas tías es el puto amo?»
Las putas
Las putas son siempre mujeres. No existen los «putos». Tampoco existen los «zorros». No se usa el apetito sexual del hombre como insulto, y quien lo haga no recibirá otra cosa que burlas y carcajadas.No hablamos de las prostitutas, mujeres que, forzadas o no, deciden vender su cuerpo a cambio de un salario. Hablamos de lo que en el lenguaje común (léase dominante) de las sociedades patriarcales* designa a aquellas mujeres, jóvenes o no tan jóvenes, que cometen el pecado de tener y satisfacer su deseo sexual. También se suelen utilizar comparaciones con animales: zorra, perra, loba…[*una sociedad patriarcal es aquella en la que los hombres tienen más poder (económico, simbólico, social, sexual…) que las mujeres y en la que estas están relegadas a la inferioridad en varios aspectos]
Si Marx dijo que las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante yo os digo que las ideas dominantes en una sociedad patriarcal son las ideas de los hombres. De los hombres machistas, evidentemente.
Las putas, decíamos, son ese tipo de chicas que van a una discoteca vestidas como les da la gana y que cometen la desfachatez de enrollarse con una decena de tíos. ¡Esto es intolerable! ¡No queremos mujeres poderosas que vayan por ahí marcando territorio! Y menos en un espacio público. Dice la feminista francesa Valerie Despentes, autora del imprescindible libro La teoría King Kong:
el poder y el dinero resultan desvalorizantes para la mujer que los posee
Y tanto. A los hombres no nos gustan las mujeres que se pasean por el mundo con la cabeza alta y haciendo lo que les viene en gana. Nos gustan sumisas y calladas. Otra cosa es lo interesante que nos pueda parecer una chica poderosa con la que poder precisamente demostrar nuestras capacidades. «Eh, ¿ves a esa chica poderosa y segura de si misma de ahí? Apuesto a que puedo seducirla». Se trata en todo caso de un reto que exalte nuestra virilidad.
Pero para una relación seria, para algo estable, preferimos chicas que sepan que su rol es ser dominadas. Esto no quiere decir que acepten necesariamente hacer las tareas domésticas o traer menos dinero a casa. La dominación masculina es en general mucho más sutil. Sin embargo todos conocemos a hombres que aseguran buscar una chica fuerte, autónoma y feminista. Habría que ver qué entienden por esos adjetivos. Habría que ver si aceptan realmente la igualdad de sexos con todo lo que conlleva.
Bueno, volvamos a las putas. Estas mujeres no solo disfrutan llevándose a la cama a decenas de hombres (encima son ellas las que les llevan a ellos, y no viceversa), sino que a menudo son las mismas que reconocen sin tapujos que se masturban y que cuando salen buscan liarse con tíos para luego pasar de ellos. El porno es algo de hombres. Es algo de lo que la cultura masculina se ha apropiado. Una mujer que ve porno raramente nos resulta políticamente correcta. No es moral ni respetable que una mujer se masturbe porque ella debe recibir el placer del hombre, no de Internet. Está ahí para ser complacida por un macho. Es una forma de demostrar nuestra virilidad, los orgasmos son logros nuestros. La mujer que se masturba se está saltando las reglas de la sociedad patriarcal, y eso no está bien. ¡Putas!
Estas mujeres reciben a la vez odio y admiración por parte de los hombres. Odio porque consideran una falta de respeto que una mujer pueda asumir el rol sexual activo y disfrutar tranquilamente de su sexualidad. Admiración porque ven en ellas una suerte de super-mujeres distintas y superiores al resto. En todo caso esta admiración es más sexual que otra cosa, y jamás se traduce como prestigio social. Más bien al contrario.
Las mujeres, nos dice la sociedad patriarcal, deben ser sumisas, calladas y deben quedarse en su rincón. ¿Qué es eso de ocupar el espacio público de forma arrogante? Estate en tu sitio que ya iré yo a seducirte. Porque el rol activo me pertenece a mí, tu tienes que dejarte hacer. Y hay alguno que si no te dejas hacer va a recurrir a otros métodos.
En todo caso estas putas son de todo menos femeninas. Pierden su feminidad y a la vez se ganan el desprecio de las chicas que sí son femeninas. Hablamos por supuesto de esas hordas de chicas que desprecian a las putas y las odian hasta extremos insospechados. Rabian tanto como los tíos.
ya conocemos el síndrome del rehén que se identifica con su carcelero -dice Despentes-. Así es como acabamos vigilándonos las unas a las otras, juzgándonos a través de los ojos de los hombres
Y por si se os ha olvidado cómo ser femeninas en una sociedad patriarcal, la misma autora que ya hemos citado os lo explica:
En general ser femenina se trata simplemente de acostumbrarse a comportarse como alguien inferior. No hablar demasiado alto. No expresarse en un tono demasiado categórico. No sentarse con las piernas abiertas. No expresarse en un tono demasiado autoritario. No querer el poder. No querer un puesto de autoridad. No reírse demasiado fuerte. No ser demasiado graciosa.
Las putas incumplen gran parte de estas normas sociales. No asumen el rol femenino, y eso nos aterra. Nos produce escalofríos una mujer libre y que no se deje dominar. Por mujer libre entendemos a una mujer realmente libre, no a una que se haga la difícil y la dura ante un hombre para después volver al lugar que le pertenece (no, las típicas heroínas de las películas no son iconos feministas). Nos da pánico no tener la iniciativa. Los que deberíamos ir por ahí enrollándonos con muchas tías somos nosotros, que somos protagonistas activos, no ellas, que deben dejarse hacer de forma pasiva.
Tal es la ideología machista que en estos momentos ha interiorizado la inmensa mayoría de la población, algo que cualquier lector más o menos coherente considerará horrible. Vayamos ahora con los putos amos.
Los putos amos
Aquí es distinto porque hablamos de hombres. Los hombres gozan -gozamos- de gran superioridad social con respecto a las mujeres por mucho que nos digan que el machismo es cosa del pasado.
Antes de nada definamos qué significa ser un puto amo. Para que el lector latinoamericano nos comprenda, ser el puto amo en España es sinónimo de ser alguien con seguridad en si mismo, que logra lo que se propone y que despierta admiración en otros hombres (y mujeres). Simplificando mucho, ser el puto amo equivale a ser alguien con prestigio social. Desconozco si la expresión se utiliza en toda España, pero por lo menos en Madrid es bastante corriente.
¿Por qué cuando un tío tiene una gran actividad sexual se le alaba? ¿Por qué no se le acusa de ser un «puto»?
Porque precisamente el rol de los hombres es ser protagonistas y seducir a muchas mujeres. Ser poderosos y activos en el arte de la seducción. Así es como demuestran su virilidad. No son como las mujeres, que deberían ser tímidas y sumisas. No. Los hombres tienen que ir a por todas, con todo y sin cortarse un pelo. Un hombre que seduce vale, una mujer que seduce… es una puta. Y ya está.
Con un patriarcado -relativamente- debilitado por los movimientos feministas y la necesidad del capitalismo de emplear mujeres (cuestan menos) los hombres encuentran en la promiscuidad y el ligue un espacio fundamental para demostrar sus capacidades. Si no nos dejan ser machos en casa, si no nos dejan ser quienes traemos el dinero al hogar, en algún lugar tendremos que expresar nuestro dominio. Pocas veces he visto a una chica salir de una discoteca enojada por no haber ligado, cosa que sí he percibido (y mucho) en los hombres. Si no ligas no eres un hombre, dado que no demuestras tu capacidad de atraer a las mujeres.
Las mujeres, recordemos, nunca seducen sino que son seducidas. Si una mujer seduce es que algo está tramando. Eso o que es una puta.
Es que en las sociedades patriarcales el hombre es fuerte y capaz, no pasivo y debil. Dice Fidel Castro, tras acabar la revolución cubana:
Que sepan los imperialistas que no se van a enfrentar con señoritos… ¡se van a enfrentar a hombres!
Que tengan cuidado los imperialistas, que se enfrentan a hombres de verdad, no a mujeres o a señoritos ricos y afeminados. Digo esto obviando que en comparación con los sistemas capitalistas los sistemas socialistas han sido y son más igualitarios. De eso no duda nadie, pero tampoco duda nadie de que en estos regímenes el machismo pervivió.
Es necesario apuntar que son especialmente los hombres menos seguros de sí mismos los que más se fijan en lo que hacen o dejan de hacer las tías. Los hombres conscientes de su inferioridad, de su falta de virilidad, son los primeros en acusar a las mujeres de ser zorras, guarras o putas. Ocurre que cuando un varón no se siente «hombre» exige a las mujeres que sean hipersumisas. Así él podrá sentirse más cómodo.
En fin, ¿qué problema puede haber en que un hombre se enrolle con muchas? ¿No es acaso la forma que tiene de marcar su territorio y demostrar sus habilidades? ¿No es ese su rol? Según Virginie Despentes,
Todas las cosas divertidas son cosas de hombres, todo lo que te hace ganar terreno es viril.
¡Qué razón tiene!
Sujeto activo, protagonista y dominador: eso es un hombre en las sociedades machistas. Los machos se construyen en oposición a los valores femeninos, son «no-mujeres». Ellos son fuertes, las mujeres débiles. Ellos pueden y deben ligar con muchas, las mujeres deben ser señoritas amables y discretas. Ellos ocupan el espacio público con descaro, las mujeres lo hacen con discreción. Ellos se ocupan de las tareas nobles, ellas de las tareas que nadie reconoce.
Vamos, que ellos pueden ligarse a mil chicas en una noche y ser los putos amos. Pero si a una chica se le ocurre hacerlo es una puta. Y así es el patriarcado, querido lector.
Virginie Despentes, esta mujer que «se comporta como un hombre», cuenta que cuando fue al psiquiatara para que la tratara, este le sugirió que fuese «más femenina».
¿Se trataba de ser menos imponente, de dar más seguridad, de ser más accesible?
A los hombres que nos indignamos con el machismo musulmán nos deja otro recadito:
Pero eso [tratar mal a las mujeres] es exactamente lo que vosotros hacéis. Contáis cómo os aprovecháis de vuestro estatuto de dominantes para abusar de chavalitas que elegís entre las más débiles, contáis cómo las engañáis, las jodéis, las humilláis… todo para que os admiren vuestros colegas. (…) Triunfo de cobardes. Y es que hace falta reconfortar a los hombres. De eso se trata.
Fuente: lescommunards.blogspot.com.es