Cada persona intersex es diferente. En cada una, su mutación genética ha tenido un resultado. El ser humano es tan sofisticado que tiene muchas más posibilidades que el simple hombre y mujer. Pocas cosas tan complicadas de explicar como la I del acrónimo LGTBI al que pocos saben dar respuesta. Intersexuales, ¿eso qué es? ¿qué son? ¿hombres? ¿mujeres? ¿hermafroditas? «Pocas cosas me molestan tanto como que digan que soy hermafrodita», soltó casi con sorna aquella mujer que se dirigía al escaso público congregado. «Me he pasado toda mi infancia sacando de dudas a todos. No sabían si era niño o niña. En realidad yo tampoco lo tenía muy claro. Con un clítoris de seis centímetros podía ser cualquier cosa». Justo en ese instante, Marcos, su pareja desde hace dos años, la abrazó y le dio un beso en la mejilla. Hasta ahora, Adriana ha tenido que pelear mucho para sentirse medianamente aceptada. Por eso ahora, cuando puede, se dedica a dar charlas sobre identidad de género, partiendo de la base de que este puede ser indefinido. «Me encantaría que dijeran de mí que tengo sexo indefinido», ríe Adriana. Y en su alegato hay un poso de amargura. Evidentemente, no todos saben del tamaño del clítoris de Adriana. Solo los que han tenido sexo con ella, que no son muchos. Heterosexual, la primera vez que tuvo sexo debió explicarle al chaval con el que estaba que aquella protuberancia era algo con lo que venía de serie. Que había nacido así. Y que gracias a su madre que exigió que no la tocaran, podía tener sensibilidad en esa zona. Algo que no tienen todas aquellas a las que, nada más nacer, intentaron reconstruirle aquello. Hasta el año 2018, con Pedro Sánchez como presidente electo, no hubo una petición expresa del congreso para que se dejara de reconstruir los genitales de las personas intersexuales. La madre de Adriana se negó en redondo. Pero a muchas otras personas intersex sí se lo hicieron. «La única diferencia entre la ablación de clítoris y lo que nos hacen a nosotras es que en África lo hacen en vivo y aquí, afortunadamente, nos duermen», resume con dolor Adriana. «Siempre le agradeceré a mi madre que no dejara que me lo hicieran». Las personas intersex son las que menos se visibilizan. Cada vez que alguien con cierta repercusión sale del armario se organiza una escandalera. Explicar lo que eres cuando, genéticamente, tu cuerpo ha sido cincelado, es muy complicado. Pero es la mejor definición. La intersexualidad es todo lo que puede ser el cuerpo humano en su proceso creativo. Porque todo es una cuestión genética. «Por lo menos unos treinta genes distintos intervienen en la regulación de los distintos procesos necesarios para la determinación y diferenciación sexual», explica el Saoud Tahsin Swafiri, referente en genética y genetista clínico de los hospitales General Collado Villalba, Rey Juan Carlos I, infanta Elena y Fundación Jiménez Díaz. Los órganos sexuales toman forma entre la semana novena y undécima del embarazo y una virilización o feminización puede variar lo que pudiera ser. No se espera. Ni se sabe qué va a ocurrir. Pero sucede. El sexo fenotípico está determinado por el desarrollo de los genitales internos y externos, pero el sexo de asignación social, es aquel que se da, por el personal sanitario, en función del aspecto externo de los genitales. No siempre se acierta. Gabriel J. Martín, por ejemplo, fue Patricia hasta los 12 años porque su micropene es tan pequeño que lo confundieron con un clítoris desmesurado. La modelo belga Hanne Gaby Odiele ha sido de las pocas que ha salido del armario y se ha convertido en una activista. Su empeño radica en hacer entender a los más jóvenes que entre las piernas puedes tener muchas posibilidades. Y no siempre son una vulva o un pene perfectamente diferenciados. La variedad de posibilidades es muy amplia y no se circunscribe al simple hombre, mujer. Hay mujeres que nacen con genitales externos femeninos, pero jamás tienen la regla, puede (o no) que tengan útero y trompas de Falopio, vagina con fondo ciego y serán estériles. El sexo genital, el que determinan los órganos sexuales y reproductivos no siempre coincide con el genético. El síndrome de insensibilidad a los andrógenos o síndrome de Morris fue lo primero que Camino supo que le ocurría cuando, a pesar de cumplir 15 años, aún no le había bajado el período. Posee los cromosomas XY (masculino), y su apariencia es totalmente femenina. Inclasificable. ¿Qué son? ¿mujeres? ¿hombres? «Me molesta mucho cuando me preguntan por mis genitales», resume Adriana. «¿Cómo explicas que tienes una protuberancia de seis centímetros y que eso no es un pene?». Todavía no hay un solo manual de biología capaz de mostrar las posibilidades con las que la genética moldea el cuerpo humano. El sexo genético no tiene por qué ser el genital; ese es un privilegio de las personas cisgénero, única y exclusivamente.La I de LGTBI que nunca sabes explicar
Artículo redactado por CELIA BLANCO el 6 de julio de 2020 para El País
Fuente original: El País