Estás en una discoteca, alguien te sopla en la cara y, en menos, de dos minutos has perdido completamente la voluntad. Esto se parece mucho a la historia que te contaba tu abuela sobre los polvos misteriosos en el vaso del cubata. Y la historia es la misma, en realidad, solo que en los últimos años los polvos han pasado a llamarse burundanga, una sustancia cargada de mitos y que genera tanta inquietud como desconcierto desde principios de los 2000.
Según los últimos estudios realizados por el Instituto Nacional de de Toxicología y Ciencias Forenses (INTCF) en el periodo 2010-2013, las sustancias detectadas en entornos de ocio fueron el alcohol etílico, la cocaína, el cannabis o las anfetaminas, mientras que la escopolamina —el nombre científico con el que se conoce la burundanga— no aparecía ni en una sola ocasión. De hecho, el primer caso detectado en España se dio a conocer hace apenas pocas semanas en un Hospital de La Palma, tal y como publicó la revista especializada Medicina Clínica.
Entonces, si el primer caso de burundanga en España no ha tenido lugar hasta ahora, ¿de qué hemos estado hablando todo este tiempo? «Existe una leyenda urbana alrededor de la burundanga. En mi opinión se debe a que la mayoría de los medios de comunicación hablan de las drogas desde el sensacionalismo. Ha pasado lo mismo con la droga cannibal o el estramonio», explica Fernando Caudevilla, médico y miembro de Energy Control, una ONG que trabaja en la reducción de riesgos derivados del consumo de drogas. «Muchos medios están interesados en criminalizar las drogas y no en hablar de ellas con base científica», destaca.
La escopolamina es una sustancia de origen natural que es común en las solanaceas (una familia de plantas herbáceas). En términos médicos, se puede usar para inducir anestesia. Sin embargo, su popularidad deriva de otro lado: la supuesta capacidad que tiene de anular totalmente la voluntad de quien la consume. Frente a esto, hay varias voces critican que su efecto sea tal. Al menos, no de la forma tan taxativa en la que nos lo han presentado.
En ningún caso se trata de una herramienta mágica para todo tipo de actos delictivos
como se ha llegado a plantear desde algunos medios.
Justo Giner es doctor en Química por la Universidad de Oviedo y apunta precisamente a este hecho. «Por suerte para nosotros en ningún caso se trata de una herramienta mágica para todo tipo de actos delictivos como se ha llegado a plantear desde algunos medios», argumenta. Para Giner «la escopolamina es uno más de los muchos compuestos que deterioran el juicio crítico, como también lo hace el alcohol y otras muchas drogas».
«Farmacológicamente es imposible que una sustancia anule la voluntad, porque básicamente ningún estudio científico ha encontrado la voluntad, como tal, en ninguna parte del cerebro. Las sustancias pueden alterar tus sentidos, la percepción de la realidad, ¿pero dónde ubicamos la voluntad?», indican a Broadly desde Drogoteca, un portal dedicado a informar sobre drogas.
Además, otro de los mitos que desmontan es la rapidez de su efecto: «No hace efecto en el acto, como se ha dicho. Es progresivo. Si la consumes vía oral puede tardar hasta 15 minutos. De la misma forma que es mentira que con un simple soplido en la cara baste para intoxicarse. Deberíamos esnifarla o absorber el aire de una forma muy intensa. Pero pasaría lo mismo si nos soplaran con una sustancia igualmente potente. No es tan sencillo como lo pintan», advierten desde Drogoteca.
Este portal también denuncia que la información sesgada sobre esta sustancia puede llevar al equívoco. Individuos como los violadores de San Fermín, quienes se plantearon comprar burundanga según sus conversaciones de WhatsApp, «creen que esto de la burundanga es infalible, como una varita mágica, pero esto es inducido en gran parte por la prensa que genera una demanda falsa», resaltan.
Otras de las creencias populares que estos expertos desmienten es que sea una sustancia tan difícil de detectar en los análisis. El químico Giner afirma que su «ventana de detección» es extremadamente corta en sangre (6 horas aproximadamente) u orina (dos días), pero tanto en uñas como en cabello la sustancia queda retenida de forma permanente. Es decir, que si existen tan pocos casos no es porque esta sustancia tenga una condición especial que haga que se disuelva de forma implacable en nuestro organismo.
La sumisión química no es ningún mito, es un problema real para nosotras
Para el Instituto Nacional de Toxicología, dependiente del Ministerio de Justicia, el uso de la burundanga en los delitos de sumisión química también es «marginal». Se entiende por sumisión química la manipulación de la voluntad del sujeto de forma intencionada y con fines delictivos a partir de sustancias psicoactivas.
El informe, titulado Burundanga y sumisión química. Más mito que realidad, señala que las sustancias predominantes siguen siendo el alcohol, con diferencia, y ciertos psicofármacos como las pastillas para el insomnio. «El protagonismo de esta sustancia en los titulares de prensa no coincide con la realidad que los laboratorios de toxicología se encuentran en su práctica diaria. A pesar del empleo de tecnología con alta capacidad de detección, son muy escasos los casos en los que la escopolamina se ve implicada», apunta el informe reciente.
En Noctambul@s, otro informe de 2014/2015 sobre consumo de drogas y abusos sexuales en contextos de ocio nocturno, dedican un apartado especial a la sumisión química atendiendo al mayor riesgo y exposición que sufren las mujeres en contextos en los que el consumo de alcohol y drogas se disparan.
El informe señala que no se han encontrado fichas que certifiquen de primera mano la presencia de la burundanga, sí en cambio de abusos y agresiones «facilitados» por todo tipo de sustancias psicoactivas.
Los delitos más comunes no son aquellos premeditados, sino aquellos en los que el agresor se aprovecha de la vulnerabilidad química de otra persona, por ejemplo, de una chica borracha que vuelve sola a casa de noche. Esta última es la tipología más frecuente de sumisión química y tiene que ver casi siempre con delitos contra la libertad sexual de las mujeres. Esto, apunta el informe, constituye una forma de violencia contra la mujer igual de grave e igual de intolerable, aunque muchas veces desde la sociedad se intente responsabilizar a las propias víctimas.
Fuente: https://broadly.vice.com