¿Dónde se origina el amor? ¿Y el deseo? ¿Qué papel juega el cerebro en el impulso sexual? La ciencia lleva años intentando explicar, con datos en la mano, qué factores intervienen en la generación de estos sentimientos. Una revisión de estudios muestra ahora las áreas cerebrales que comparten deseo y amor, y también las diferencias en los patrones neuronales que generan cada uno.
Múltiples estudios han analizado las respuestas bioquímicas y neuroendocrinas que se generan tanto en el amor como en el deseo. Se sabe que en las relaciones de pareja, además de dos personas, intervienen un grupo de hormonas, entre las que se encuentran la oxitocina, la serotonina o la vasopresina. Sin embargo, faltaba una visión integral sobre las redes neuronales que se dan en cada uno de estos sentimientos.
«El principal propósito de nuestro estudio es ofrecer un meta análisis (revisión y análisis) de todos los estudios de imagen funcional por resonancia sobre el deseo sexual y el amor para comprender mejor las diferentes activaciones cerebrales y las vías comunes que comparten», explican en su trabajo investigadores de diferentes universidades como la de Concordia (en Montreal, Canadá) o la de Ginebra (en Suiza).
En su trabajo analizaron los resultados de 20 estudios que examinaron esa actividad cerebral en un total de 309 participantes mientras estaban viendo fotos eróticas o de una persona a la que amaban. Lo que encontraron fue que dos estructuras cerebrales, la ínsula y el núcleo estriado, están activadas por los dos sentimientos.
Sin embargo, observaron que el núcleo estriado se ve afectado de forma diferente cuando se trata de amor o de deseo. Por otro lado, la parte anterior de la ínsula sólo se activa con sentimientos de amor, mientras que la posterior de la ínsula izquierda se ‘enciende’ con el deseo sexual. «Esto está en línea con la visión de que el amor es una construcción abstracta, lo que se basa en parte en la representación mental reiterada de momentos emotivos del pasado», explica el estudio publicado en la revista ‘The Journal of Sexual Medicine‘.
Áreas implicadas con la interpretación social
Además, también pudieron comprobar que «el deseo sexual no sólo pone en marcha áreas cerebrales implicadas en la percepción de estímulos sensoriales y emocionales de la propia persona sino también las estructuras relacionadas con la interpretación social de las emociones y deseos de los otros«, explica la investigación.
Al comparar el amor con el deseo sexual, la actividad en el estriado ventral, hipotálamo, amígdala, corteza somatosensorial y lóbulo parietal inferial se redujo. Estas reducciones están en consonancia con el deseo sexual como un estado del ánimo con un objetivo muy específico, mientras que el amor podría ser considerado como un comportamiento con un objetivo más abstracto, flexible y complejo, menos dependiente de la presencia física de otra persona. Además, el amor está asociado con unas zonas cerebrales (el área tegmentaria ventral, la parte derecha del estriado y con dos regiones dopaminérgicas) que están relacionadas con la motivación, la expectación y la formación de hábitos.
Aunque amor y deseo comparten un patrón de activación emocional, motivacional y cognitiva de las áreas cerebrales, «nuestra revisión también revela patrones específicos de activación de cada uno de estos fenómenos». Que el amor se localice en una determinada área del estriado, asociada con las adicciones a las drogas, podría explicar que «el amor es realmente un hábito que está formado por un deseo sexual que se retroalimenta a través de una recompensa. Funciona de la misma manera en el cerebro como lo hace las drogas en las personas adictas», afirma Pfaus.
Otra implicación que se podría extraer, según sugiere Pfaus, «es que el amor romántico puede basarse en el deseo sexual, como el deseo se ve recompensado por el orgasmo sexual u otras recompensas. A pesar de que la gente habla de ‘amor a primera vista’, por lo general desean para consumar ese amor y mantener relaciones sexuales con la persona amada. Por supuesto, la relación de adicción ocurre cuando el objeto de nuestro amor se va bruscamente. Entramos en un estado de abstinencia en el que nos sentimos deprimidos y anhelamos al otro (y a menudo se hace cualquier cosa para conseguir a esa persona)». Pero no tiene por qué ser un mal hábito, necesariamente, explica. El amor activa diferentes vías en el cerebro que están involucradas con la monogamia y con la creación de lazos afectivos.
Esperamos que «nuestros resultados ayuden a avanzar en el campo de un modelo neurobiológico para el amor y el deseo y podrían tener implicaciones interesantes en la medicina sexual». En cuanto al futuro, Pfaus señala que la idea es seguir estudiando lo que ocurre en animales, «que presentan una activación muy similar en el cerebro, sobre todo en la ínsula. Por lo que otra conclusión es que el sexo y el amor son sistemas en el cerebro que se han conservado en la evolución».
Fuente: elmundo.es