- Expertos en medicina familiar y comunitaria achacan el incremento a la «medicalización del sufrimiento» y la escasez de habilidades psicoterapéuticas en atención primaria.
- Desde la aparición de los inhibidores selectivos de la receptación de serotoninaa finales de los ochenta, el aumento de estos fármacos ha sido constante.
El consumo de antidepresivos ha aumentado un 30,5% entre 2005 y 2010 y el uso de las benzodiacepinas, un 12,9%, según un estudio cuyos resultados se han presentado en la 31ª edición del Congreso de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC), que se celebra hasta el viernes, 10 de junio, en el Auditorio de Zaragoza.
La presidenta del comité organizador del XXXI Congreso de la semFYC, Marisa Samitier, ha explicado que a partir de 2007 se advierte un mayor incremento del uso de antidepresivos y benzodiacepinas. En su opinión, «se está medicalizando mucho el sufrimiento» y si bien hace unos años las personas «entendían que había que sufrir», ahora, «vivimos en una sociedad donde la tolerancia al sufrimiento es menor». «Todo se medicaliza, en vez de afrontar los problemas que nos depara la vida», añade la presidenta del comité organizador del XXXI Congreso de la semFYC.
Por lo que respecta al estudio, se llevó a cabo en la comunidad autónoma de Baleares con el objetivo de determinar la evolución del consumo de antidepresivos y benzodiacepinas, identificar qué principios activos son los más prescritos y conocer el coste global y por dosis diaria de estos fármacos.
Una de las autoras del trabajo, la doctora Caterina Vicens, médico de familia del Centro de Salud Son Serra-La Vileta en Palma de Mallorca, ha indicado que hay una tendencia al alza muy significativa en el uso de estos tratamientos, y concretamente de los antidepresivos «hasta el punto de que es probable que en un futuro muy próximo la prescripción de éstos supere la de benzodiacepinas».
El estudio no indaga en los factores que pueden estar detrás de este aumento. En este sentido, la doctora Vicens ha apuntado que » los pacientes acuden a la consulta del médico y ponen su malestar sobre la mesa». Ante esta circunstancia, el profesional tiene a su disposición una serie de medicamentos «que han demostrado eficacia y que pueden proporcionar alivio al paciente en un breve intervalo de tiempo», a lo que habría que sumar factores como la escasez de otros recursos por parte de los médicos, «desde el tiempo hasta las habilidades psicoterapéuticas de aplicación en atención primaria».
Vicens ha señalado que desde la aparición de los inhibidores selectivos de la receptación de serotonina (ISRS) a finales de los años 80, el aumento de estos fármacos ha sido «constante» y «la aparición de los nuevos antidepresivos con menos efectos adversos ha sido una causa de peso para que esto sucediera».
En cuanto a si está o no justificado su uso, esta experta admite que es difícil dar una respuesta. «Posiblemente», conjetura,»existe una pequeña proporción de personas que sufren depresión y que no demandan atención sanitaria, y otras que quizás acuden con demandas atípicas y pueden no ser diagnosticadas, pero la mayoría de los médicos de atención primaria saben cómo detectar los trastornos mentales».
Escitalopram, el más utilizado.
El estudio señala que el antidepresivo cuyo consumo más ha aumentado ha sido el escitalopram, un 143%, hasta haberse convertido en el más prescrito. «Aunque se trata de una molécula con un buen perfil, no parecen existir razones que justifiquen una elección tan elevada por esta molécula sobre otras», apunta Vicens, que, asimismo, agrega que «las guías clínicas sitúan todas las terapias ISRS en el mismo nivel de eficacia». El coste por dosis diaria definida en el grupo de los antidepresivos ha sido de 0,63 euros por dosis diaria definida.
Por lo que se refiere a las benzodiacepinas, la especialista indica que su uso en las últimas décadas ha sido excesivo, no tanto en sus indicaciones como en su uso prolongado. Con todo, Vicens ha asegurado que percibe una mayor concienciación por parte de los profesionales de no prescribirlas a largo plazo. «Cuando su consumo ha sido prolongado, no siempre resulta fácil retirarlas debido a la dependencia que generan», explica.
Publicado en: jano.es (Medicina y humanidades)