Este 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, desde el Departamento de Prevención de Fundación Salud y Comunidad queremos hablar de #PsicofármacosyGénero y cuestionar una tendencia en aumento: la medicalización de los malestares de género, la patologización de lo asociado a lo femenino y la prescripción excesiva de psicofármacos a las mujeres. Los proyectos que conforman la línea Drogas&Género y otros afines que integran el Departamento (Proyecto Malva, En Plenas Facultades, Observatorio Noctámbul@s, Lasdrogas.info + otras iniciativas de investigación y prevención) queremos manifestar lo siguiente:
El Estado español está a la cabeza internacional en el consumo de psicofármacos como ansiolíticos y antidepresivos, lo cual nos hace pensar en un contexto neoliberal donde las desigualdades sociales van en aumento y en el que se están dando soluciones individualizadas y farmacológicas a problemas colectivos, sociales y estructurales. Si, además, le aplicamos una mirada feminista a esta problemática, comprobamos cómo hay un fuerte sesgo de género tanto en el uso como en la prescripción médica de estas sustancias psicoactivas legalizadas: en todos los grupos de edad afecta en una medida desproporcionada a las mujeres.
Por una parte, hay una prevalencia mayor de diagnósticos de depresión y ansiedad en las mujeres, que están, en muchos casos, relacionados con los malestares de género inherentes a la socialización patriarcal (infravaloración, sobrecarga mental, cosificación…) y con las numerosas formas de violencia machista recibidas desde la infancia.
Por otra parte, al mismo diagnóstico, edad y uso de los servicios sanitarios, las mujeres tienen un 50% más de probabilidades de recibir una prescripción de un psicofármaco, ya que sufren una fuerte patologización y un sobrediagnóstico de trastornos como, por ejemplo, el TLP. El Trastorno Límite de la Personalidad, como nos advierten psicólogas feministas, se está convirtiendo en un cajón desastre para encasillar y sancionar todo aquello que se aleja de la norma de la feminidad tradicional, especialmente aquello que resulta disruptivo ante ojos ciegos a las desigualdades de género. Además, los psicofármacos son sustancias coherentes con las expectativas de la feminidad: silencio, desconexión… por lo que no nos sorprende que, también desde el sistema sanitario, se reproduzcan estas desigualdades.
Ante este panorama, insistimos en la necesidad de incorporar la perspectiva crítica feminista en la prevención y el abordaje del uso de psicofármacos para entender los diferentes patrones de consumo, las motivaciones de inicio y de permanencia en los mismos, las causas estructurales, desigualdades y relaciones de poder que marcan su uso y su prescripción.
Hoy, 8 de marzo, y todos los días: trabajemos por un abordaje feminista del uso de todas las drogas, legalizadas o no.