- Una investigación antropológica de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción descubre que los jóvenes buscan «el descontrol controlado».
- Para ello dosifican la ingesta de psicoactivos en las salidas nocturnas y conjugan distintas sustancias para nivelar efectos cruzados: «el subidón» y «el bajón».
- El informe pretende conocer qué es un consumo excesivo para los jóvenes, que identifican con adjetivos como «pasado», «desfasado», «paposo» o «violento».
El objetivo era recoger «la opinión de los propios jóvenes» para «entender la funcionalidad y el significado del exceso» en el consumo de drogas y alcohol. Sin pretender dar cuenta de todo el universo juvenil en relación con la noche, puntualizan en la FAD.
El contexto de esta investigación, que ha durado 16 meses, se enmarca en estudios recientes que mostraban que, en los últimos años, el consumo habitual de alcohol y drogas entre jóvenes se mantiene constante (e incluso baja) mientras, por el contrario, el consumo excesivo, de atracón, no solo crece sino que se inicia a edades más tempranas.
Una de las conclusiones de este estudio antropológico de la FAD es que los jóvenes que se drogan ahora utilizan la estrategia o el ritual del «desfase faseado» para conseguir lo que denominan «el descontrol controlado» o «el puntillo». Dicha estrategia consiste en «dosificar la ingesta de psicoactivos (drogas y especialmente alcohol) a lo largo de una salida nocturna para nivelar sus efectos, así como utilizar consumos «instrumentales» para regular «el subidón» y «el bajón».
Porque el estado al que aspiran los jóvenes en sus salidas nocturnas, «el puntillo», es aquel en el que maximizan los beneficios que atribuyen al consumo de drogas: desinhibición, cierta euforia, sociabilidad.
Porque el estado al que aspiran los jóvenes en sus salidas nocturnas, «el puntillo», es aquel en el que maximizan los beneficios que atribuyen al consumo de drogas: desinhibición, cierta euforia, sociabilidad.
Los jóvenes realizan un tipo de consumo de drogas ocasional y recreativo «los fines de semana» que «controlan» y valoran positivamente.
Los jóvenes que han participado en el estudio ‘Sudar material. Cuerpos, afectos, juventud y drogas’ —una investigación de carácter etnográfico realizada a través de la «observación participante en lugares y tiempos de ocio» y de grupos de discusión— realizan un tipo de consumo de drogas ocasional y recreativo «los fines de semana» que «controlan» y valoran positivamente. Lo diferencian claramente del que realizan los consumidores diarios y adictos.
El consumo de fin de semana se inicia en casas particulares o bares, con consumos «suaves». Para continuar en discotecas con un consumo mayor, que es donde se practica el «desfase faseado». Los consumos finales suelen ser de «mañaneo» de nuevo en casas y con caracter suave.
Para los jóvenes, el exceso no es lo mismo que para los adultos. El consumo de psicoactivos comienza a ser «excesivo» cuando la persona «no es capaz de mantener el control mental y corporal». A esas situaciones se refieren con adjetivos como «pasado», «desfasado», «paposo» o «violento». De hecho, esas personas terminan en situaciones indeseadas de desinhibición y sobreexposición social y afectiva, de pérdida de la noción del espacio y el tiempo, en estados de enajenación mental («malos viajes»), en conductas agresivas o poco cívicas, o con vómitos y malestar físico. Todas estas situaciones se ven como «excesos» y se valoran negativamente.
Raves y macrodiscotecas
Si bien el consumo excesivo en el imaginario de los jóvenes está directamente asociado con las fiestas «raves» y las «macrodiscotecas», con alcohol y MDMA. Acuden, según el citado estudio, a estas fiestas principalmente para «hallar la felicidad de un buen ambiente y diversión en comunidad».
Para estos jóvenes participantes en la investigación el consumo intensivo es la «búsqueda de experiencias placenteras, consideradas «libres» e «independientes», «nuevas» y «transgresoras» con respecto al orden diario. Y buscan experiencias compartidas, consumos colectivos que refuercen la pertenencia al grupo y lo consoliden. Lo contrario, «el consumo individual» deja de entenderse como normalizado y se valora más cercano al consumo «adictivo» y se asocia al «exceso».
Eusebio Mejías, director técnico del Centro Reina Sofía, cree que una de las lecciones del estudio es que toda estrategia para reducir los daños del consumo abusivo de drogas y alcohol pasa por escuchar a los jóvenes «para que no puedan deslegitimar nuestro discurso por hipócrita». Lo que los jóvenes han dicho en la investigación, subraya Mejías, es que el exceso en el consumo de drogas y alcohol no es un problema exclusivo de los jóvenes. El Centro Reina Sofía apuesta, además, por invertir en educación en el autocontrol y en la información veraz sobre los riesgos de los consumos.
Fuente: www.20minutos.es