¿Por qué eres la única mujer en la mesa de jueces?, me preguntaba un reportero durante la primera copa cannábica organizada en México. Estábamos en una finca privada con más de 300 personas fumando marihuana y todo tipo de extractos, era una ambiente más bien relajado y agradable, muchos porros, música y sobre todo muchos vatos. El medio del porro es machista, al igual que el resto de medios. Pero resulta que algunas ya estamos cansadas de eso y hemos comenzado a hablar. El sector cannábico, al menos en este lado del mundo y pese a toda su buena onda, no se escapa de reproducir actitudes, estereotipos y prejuicios machistas. Las mujeres que trabajan en el sector se tienen que esforzar mucho más por mostrar sus capacidades profesionales. Las consumidoras son doblemente estigmatizadas y si son madres la cosa se pone peor aún. La falta de creatividad en la publicidad usa la misma fórmula que funciona para vender cualquier cosa: la cosificación del cuerpo femenino. Da igual si es detergente, un auto, semillas o armarios de cultivo; todo se vende mejor si se muestran un par de buenas tetas, y si las acompañas de tacones altos y atractivas ropas, el éxito de tu stand en cualquier feria cannábica está garantizado. El camino a lo prohibido, a las drogas y al placer, ha sido siempre más inaccesible para las mujeres. Mientras que a los hombres se les permite “el vicio y el placer” de una manera naturalizada, a las mujeres se nos envuelve con el manto de la moral porque antes que mujeres con plena agencia somos esposas o madres o hijas y eso nos relega a gozar del placer preferentemente entre cuatro paredes y preferentemente con nuestra pareja, preferentemente que sea hombre. El cultivo y consumo de marihuana con usos “recreativos” es mucho más escandaloso si la que se fuma los porros es la mujer, y si es madre la liga de la moral y la decencia le salta a la yugular. No es extraño que las mujeres que consumen y cultivan se sientan intimidadas en un medio y una sociedad que sistemáticamente las juzga y las invisibiliza. El peso de ocho décadas de prohibición y de incontables más de una cultura machista conjuga un estigma que se lleva en las tripas, en la médula, y que se reproduce incansablemente en la sociedad. En Latinoamérica —por cierto, recientemente declarada por la ONU como región campeona en feminicidios a nivel mundial—, las políticas de drogas atraviesan a las mujeres de manera distinta. La guerra contra las drogas en nuestra región ha cumplido la función específica de criminalizar principalmente a las mujeres. Según el informe de la Oficina de Washington para Asuntos Latinoamericanos (Wola) y Equis Justicia para las Mujeres: en Argentina, Brasil, Perú y Costa Rica, más del 60 por ciento de la población carcelaria femenina está encarcelada por delitos relacionados con drogas. La población carcelaria total en América Latina ha crecido también, aumentando un 300 por ciento en Colombia en los últimos 25 años. En México, la tasa de encarcelamiento de mujeres por delitos relacionados con drogas aumentó en 103 por ciento entre 2014 y 2016. Las mujeres son condenadas principalmente por posesión, venta o transporte de pequeñas cantidades de drogas y generalmente no ocupan puestos de poder dentro del narcotráfico y no han cometido crímenes violentos. Para empeorar el panorama, su encarcelamiento no tiene impacto en el tráfico de drogas; no obstante, el número de mujeres condenadas por delitos de drogas aumenta a un ritmo alarmante. El mundo cannábico también está dominado por hombres que generan prácticas de sociabilidad gremial: los expertos y reconocidos en el mundo del cultivo, la extracción, la genética, la investigación son mayoritariamente hombres y a la postre los que escriben sobre ellos son también mayoritariamente hombres. Justamente para responder a esta situación y ante la evidencia de que poco va a cambiar el sector en cuestión de género si nosotras no tomamos el espacio y la voz, hace ya algunos años que agrupaciones de mujeres están tomando la escena cannábica para recordarle al sector que aún existen prácticas desiguales, políticas de no reconocimiento e invisibilización, así como para transversalizar la perspectiva de género en las políticas de drogas. Aunque sobre todo para estar juntas y potencializar nuestras experiencias y trabajos, para darnos el reconocimiento entre cómplices y crear espacios con otras lógicas: la Women Grow en Estados Unidos y Canadá, la REMA en España y más recientemente las Cannábicas Latinas en Chile y RENFA en Brasil. En 2016 en el marco de la ExpoMedeweed en Medellín se presentó la Red Latinoamericana de Mujeres Cannábicas, conformada por mujeres involucradas en distintas áreas del sector cannábico: políticas de reducción de riesgos, investigación, periodistas, organizaciones de la sociedad civil y cultivadoras de siete países de la región. Los ejes fundamentales de nuestro trabajo pretender seguir el sentir de los saberes decoloniales, una apuesta por las políticas antipatriarcales y una fuerte convicción antiprohibicionista. En la presentación que hicimos se estremeció el auditorio cuando se expuso la realidad de la mujer latinoamericana en el sector cannábico en particular y en la política de drogas en general. Como red nos proponemos “hablar con voz propia”, que básicamente se trata de reconocer las voces y pensamientos que se producen desde los saberes locales, desde las identidades y espacios geopolíticos históricamente subalternizados, imaginando y accionando otros modos de hacer, de decir y de habitar el mundo, el mundo cannábico. Nuestra apuesta es ir ganando reconocimiento y salir de las sombras que la masculinidad nos deja como espacio ideal de participación, generar comunidad con voz propia e ir transformando las lógicas que rigen el mundo cannábico. Ahora parece que la cuota de género nos da algún espacio: no reconocernos en las copas o ferias cannábicas comienza a ser políticamente incorrecto. Aunque esto es un pequeño paso queda mucho por hacer hasta la cosecha. Así que compañeros, colegas, fumadores, cultivadores y cualquier hijo de vecino, un pasito atrás, escuchen lo que las mujeres estamos diciendo, piensen en las preocupaciones que se están planteando y si les parece que estamos alzando mucho lo a voz, si esto les parece demasiado feminista… tal vez deberían fumarse un porro y pensarlo.El camino a lo prohibido, a las drogas y al placer, ha sido siempre más inaccesible para las mujeres.
Artículo escrito y publicado por Polita Pepper el 10 de agosto 2018 para VICE en español.
Fuente original: VICE en español