Han pasado tres horas desde tus últimos dos LSD, y la mercancía se empieza a activar. Lo sabes porque todo y todos a tu alrededor se ven extraños y cada vez más severos conforme el viaje se extiende. Esta no es tu primera vez, ¿pero a quién engañas? No eres ningún maestro del ácido. No eres más que un punto más en el radar colectivo de millones de psiconautas que ocasionalmente estrujan los jugos del cerebro.
Eres eléctrico. Tu cerebro es un súper-continente por descubrir. El ojo de tu mente escupe ecuaciones ilegibles y complejas, pruebas y callejones sin salida lógica, y lo seguirá haciendo durante las siguientes diez horas, quizá más. Buceas entre fractales sin fondo y panales. Escalas cuadrículas y enrejados tan altos como montañas, y ahora trazas las filigranas y calados del tiempo. Extraes sonidos de la nada, la difusión del detritus sonoro sobre tu persona como una extraña especie de bálsamo. Miras tus manos sólo para ver cómo se han fundido el suelo en pequeños charcos carnosos. Miras a tu niñero, un amigo de confianza que ahora escupe fuego para repeler a una horda de elfos animatrónicos mordedores de tobillos. Las paredes respiran, estás seguro. Qué viaje.
Estas son sólo algunas de las distorsiones, trucos oculares y percepciones deformadas que los viajes coloridos y extraños, en ocasiones sutilmente dolorosos, hasta la granja de la risa. Estás a una tercera parte del camino y sientes como si no hubieras parpadeado, por no hablar de lo que ya has olido o probado a estas alturas de tu odisea interior.
Ácido, DMT, psilocibina, mescalina, ayahuasca, lo que sea; casi no importa. Cuando dopas a tu cerebro, ¿por qué tus ojos eligen ciertos estímulos visuales, y descartan otros? ¿Por qué objetos cotidianos se vuelven más extraños o más frágiles que otros? ¿Por qué juras estar viendo cosas (cosas, personas, fuerzas de la naturaleza) que simplemente no estarían ahí si no estuvieras en un viaje?
Para averiguarlo, echa un vistazo a tu rostro viajado. Lo que encontrarás es que el por qué detrás de la cresta y el valle de esa ola de alucinaciones es tan intenso, incluso tan reafirmante, como el qué de las visualizaciones primitivas mismas. ¿Pero por qué vemos lo que vemos cuando nos estamos viajando?
Es un enigma que existe desde que los seres humanos alteran deliberadamente su mente con productos químicos, lo que quiere decir, desde el comienzo de la humanidad. Al día de hoy, incluso con el constante avance en imagenología cerebral, es una pregunta que continúa confundiendo e intrigando a científicos, investigadores, químicos aficionados, psiconautas comprometidos y casuales por igual. Tomé un ejemplo del corpus creciente de estudios psicodélicos rigurosos: la pregunta de por qué vemos ciertas cosas cuando andamos en drogas psicodélicas es la base de un pdf publicado en agosto de 2000 en la revista de la Royal Society, la cual sondea las profundidades de la «sorprendente» experiencia visual que implica ver figuras geométricas.
Un vistazo al título («Alucinaciones visuales geométricas, simetría euclidiana y la arquitectura funcional de la corteza estriada») y los datos de los autores (matemáticos de las universidades de Utah, Chicago y Houston, además de investigadores del Instituto Salk para Estudios Biológicos y los Institutos Nacionales de Salud), y queda claro que nuestra comprensión del por qué, exactamente vemos lo que vemos (o lo que creemos ver en nuestro campo de visión) reside tanto en la geometría básica como en la neurología, la psicofarmacología y la ciencias cognitivas en general.
Está bien, tal vez no la geometría básica-básica. Este es un tema denso. ¿Estás listo para la teoría de perturbaciones de Rayleigh-Schrödinger y un análisis de estabilidad no lineal de la reducción de Liapunov-Schmidt? Porque si no eres un as de las matemáticas o del ácido, leer ese estudio te hará sentir como si estuvieras en LSD.
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No quiere decir que el artículo no merezca una lectura detallada, ni que la forma en que voy a destilar sus conclusiones haga justicia al estudio. Pero la idea es que al modelar constantes de forma utilizando números y la teoría de las formas, los investigadores postularon por primera vez que «los patrones de conexión» que unen a la retina, la corteza visual y su circuito neuronal recorren el manantial sobre el que burbujean las imágenes psicodélicas clásicas.
Al final, los investigadores encontraron una estrecha relación entre las constantes de forma, los patrones geométricos observados regularmente en estados alterados de conciencia, y plataformas, o los contornos de los objetos vistos desde arriba. Estos resultados surgen de la «especulación detallada» de la conectividad lateral de la corteza visual, la actividad cerebral fundamental para reconocer un objeto, sus contornos, y cómo se relaciona con otros objetos.
Como tal, surgió una curiosa posibilidad. Si «los mecanismos corticales mediante los cuales se generan las alucinaciones geométricas» se encuentran en realidad en la corteza visual, escriben los investigadores, es lógico pensar que esos mismos mecanismos responsables de los efectos visuales geométricos psicodélicos estén fundamentalmente relacionados con aquellos que permiten a los seres humanos dar sentido a los contornos y los bordes.
Pero si no me crees, por favor lee el artículo. Es un viaje.
Hay que aclarar que es sólo un estudio. Y aunque es verdad que las aseveraciones de que nos encontramos en el umbral de un renacimiento psicodélico en 2013 no suenan tan descabelladas, Rick Döblin, jefe de la Asociación Multidisciplinaria para Estudios Psicodélicos, me dijo que la investigación psicodélica «está creciendo»; sigue siendo difícil, sobre todo en EU, obtener los psicodélicos con fines de investigación para pruebas clínicas. Razón por la cual “Los componentes visuales de una experiencia psicodélica” podría ser una herramienta valiosa para ampliar nuestro entendimiento sobre por qué visualizamos cosas como lo hacemos.
“Los componentes visuales…” es un análisis exhaustivo pero libre de toda esa juerga que suele alejar a las personas del tema. Publicado en 2011 en el blog Disregard Everything I Say, esta entrada (que debe tomarse con una pizca de sal, igual que cualquier compendio digital de drogas como Erowid u otro servicio) toma en cuenta LSD, LSA, psilocibina, DMT, ayahuasca, mescalina, Bufotenin, 5meoDMT, AMT, Harmine, Harmaline, MDA, y las clases químicas 2Cx y DOx al momento de describir los componentes visuales y cognitivos de la experiencia psicodélica.
Aunque descartemos una parte de la taxonomía presentada en Disregard Everything I Say sobre el fenómeno visual psicodélico, la cual se descompone en cuatro niveles de intensidad (dosis), vale la pena tenerla en cuenta, aunque sea para resaltar los distintos elementos de lo que sabemos sobre las cosas que vemos cuando estamos drogados.
VISTA AGUDA
Ver: mayor agudeza visual, mejoramiento en el reconocimiento de colores y patrones. Hay que empezar en algún lugar, ¿cierto?
UN PEQUEÑO GIRO
O, «distorsión o alteración visual». Esta siguiente fase incluye un desvanecimiento visual, como se ve en Breathing Wall de Bill Meyers-Riggs, un homenaje moderadamente intenso al efecto de desvanecimiento a niveles sumamente agudos de detalle, y sus cuatro subtipos: 1. metamorfosis, 2. respiración, 3. derretimiento, y 4. flujo. El desvanecimiento visual se puede manifestar sobre cuatro canales distintos de intensidad visual: perifério, directo, distintivo, amplio.
Repetición simétrica de textura (vía Psychedelic Replication).
Para llenar este segundo nivel de signos visuales tenemos cambios de color, deformación de la percepción de profundidad, trazadores de luz (transparente, translúcido, opaco y amplio), repetición simétrica de textura (arriba), y esa fractura resplandeciente conocida como rebanado del paisaje.
MATEMÁTICAS MENTALES
El nivel 3 es parte del estudio visual geométrico antes mencionado. Aquí tenemos geometría visual; sus iteraciones, desde la menos dramática e incomprensible hasta la más profunda, incluyendo el ruido virtual, movimiento y color, geometría parcial y completamente definida, geometría tridimensional, anulación de la percepción física, y lo que DEIS llama «Nivel 7A» y «7B»: «La exposición al conjunto de la estructura neurológica» y «la exposición al mecanismo interno de la conciencia humana», respectivamente.
VER LO QUE NO ES
El final. Esta última fase es alucinatoria. Imágenes, transformaciones y alucinaciones, de las cuales hay cuatro tipos: entidades autónomas (los famosos duendes de la máquina de McKenna), paisajes, escenarios y entornos; conceptos; escenarios y tramas.
Para los no conocedores, casi podría decirse que no vale la pena tratar de entender lo que significa ver todas estas mierdas imaginarias al estar en ácido o algo más. Sin duda, un experimento que replique la experiencia psicodélica con precisión y con cuidado se está convirtiendo en un nicho en ciertos rincones de la internet. Por ejemplo Texture Breathing de Form Constant, al principio de este post.
Pero no hace falta. Dura sólo tres horas, no lo olvides, y quizá sólo debas remitirte a lo que señala el neurólogo y psiconauta Oliver Sacks en su libro Musicophilia. «Cada acto de percepción», escribe Sacks, «es en cierta medida un acto de creación, y cada acto de la memoria es en cierta medida un acto de la imaginación».
Si la forma de la psicodelia que está por venir está en nuestras cabezas, entonces brindemos por mirar hacia el futuro.
Articulo escrito por B.A. Anderson.
Fuente: http://www.vice.com
Ale
Muy interesante, siempre me pregunté por que se veian este tipo de cosas.
Gracias por compartir!